El
gato me mira, con sus ojos
de
caramelo de fondo quemado,
almendras
garrapiñadas que nadie ha probado.
Los
ojos del gato son dos inmensidades
a
las que todo resbala como topacios negros;
son
puertas cerradas que no puede penetrar nadie, pero,
A
veces sonriente el gato me deja entrar y entreveo
su
alma plácida de humo, sueños y deseos.
Y
buceo en los ojos del gato,
en
dos lunas místicas de cielo
que
todo lo saben y todo lo han observado
caramelos
de fondo quemado.
Pero
pestañea de nuevo el gato y vuelvo
a
estar junto a él acariciando su cuello,
mientras
mueve la cola con insolencia,
con
la inocencia impostada.
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